Hay imágenes que han conseguido que podamos identificar una ciudad con solo verlas durante apenas un instante. Esto pasa con la Torre Eiffel y París tal y como también sucede con el Empire State y Nueva York o el Big Ben y Londres.
En nuestra última visita a París con niños, dedicamos una tarde a visitar este emblemático monumento. Realmente toda la visita es una experiencia en sí ya que el simple hecho de llegar ya es un no parar de realizar fotografías. Y para los niños, boquiabiertos mirando hacia arriba ansiosos por ver lo que se divisa desde lo alto de lo alto de la gigante estructura.
Llegamos por barco navegando por el Sena.
Algo de historia de la Torre Eiffel
La Torre Eiffel se construyó con motivo de la exposición universal de 1889 y debía ser el símbolo de dicha exposición. Comenzaron las obras unos dos años antes de la mano de Gustave Eiffel, uno de esos genios de los que no abundan y que se atrevió a realizar una construcción innovadora en muchos sentidos en su tiempo. Por ejemplo, había que hacer una estructura de hierro y poder subir a la parte superior de la misma mediante unos ascensores que suponían un reto técnico para la época.
La torre debía ser destruida a los 20 años después de su construcción, pero como pasa en otros ejemplos, fue imposible hacerlo debido a que ya había venido para quedarse. Por otro lado, el propio Gustaffe Eiffel le confirió una serie de aplicaciones científicas (principalmente desde lo alto de la misma) que casi que forzaron su supervivencia. Sin duda, una jugada maestra del genio.
La visita a la Torre Eiffel
Hay muchas formas de visitar la Torre Eiffel. Por ejemplo en esta web puedes comprar entradas para subir a la Torre Eiffel. Y como podréis observar puedes crear una experiencia en torno a la visita. Se puede combinar el barco, una cena, una visita guiada, etc…
Nosotros la visitamos por nuestra cuenta. Eso sí, me sorprendió que para hacerlo podías comprar una entrada para subir por el ascensor y otra para subir por las escaleras!!! Está claro qué opción tomamos nosotros con los niños…
Una de las cosas que más me sorprendió fue el amasijo de hierro que nos encontramos a medida que entrábamos en su interior. Allí, los ascensores se hacían paso de una forma casi mágica por espacios y recovecos imposibles.
Las vistas desde la Torre Eiffel
Pero después del monumento en sí, el premio de la visita de la Torre Eiffel son sin duda las vistas que tenemos desde la parte superior.
Evidentemente, si la visitas cuando comienza a caer la tarde hay un plus de poder ver esa París que se desvanece poco a poco. Podrás disfrutar de la vista más espectacular de la ciudad.
Y también podemos ver la zona financiera de la ciudad a lo lejos con sus rascacielos.
El interior de la Torre Eiffel
Al ser una estructura tan gigante, sorprende la amplitud de los espacios interiores de la torre. Aparte de que hay un restaurante bastante selecto, las zonas comunes de la torre no son nada pequeñas.
Y claro, no puede faltar las zonas con los miradores y explicaciones de la ciudad.
En resumen, podemos decir que es una visita esencial al ir a París. Esto realmente me lo podría ahorrar ya que seguro que vas a ir. Eso sí, si vas con niños posiblemente siempre podrán decir que estuvieron en la Torre Eiffel por primera vez con sus padres. Es una de esas cosas que no se olvidan.
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