Era nuestro primer día en Roma y llegamos a uno de los epicentros turísticos de la ciudad.
-Pau, has de tirar una moneda a la Fontana de Trevi.
-¿Porqué?
-Porqué si tiras una moneda, dice la tradición que volverás a Roma.
Pau se quedó pensativo. Yo esperaba una rápida reacción suya pidiéndome una moneda; pero nada. Callé y seguimos caminando.
Al día siguiente volvimos a pasar por delante de la famosa fuente. Y es que es difícil no pasar cuando callejeas por esa parte de la ciudad. Es como si la gente te arrastrara inconscientemente hacia ella. Yo, esperaba que me pidiera la moneda. Sin embargo, él, apoyando sus brazos en unos bloques de piedra miraba la fuente fijamente a través de la poca visión que le dejaba el gorro y el anorak. Silencio absoluto.
El ritual continuó cada uno de los días que estuvimos en Roma. Yo, no insistí ni saqué el tema de la tradición de la fuente. Tampoco es cuestión de ser un padre pesado. Suponía que no era importante para él al olvidar tan rápidamente el ritual de la moneda.
Llegó el último día y por tanto nuestro último paso por la fontana. Dejé para ese día las fotos. Suelo hacerlo para no tener decenas de fotos repetidas. Ese día, algo cambió respecto a los anteriores.
– Papá, me das una moneda
-Finalmente veo que te has acordado de la tradición
-Me he acordado cada día. Pero es hoy cuando estoy seguro de que quiero volver.
Esta vez, el que se quedó pensativo fui yo. Pensando en las cosas que hacemos por inercia y sin embargo los niños lo aterrizan al plano de la coherencia y la racionalidad. Aunque sea una simple tradición…

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