En busca del maestro del Kung-fu en China

Recuerdo aquellas tardes de domingo en el cine El Fénix de Vila-seca en las que hacían la doble sesión. Primero, casi siempre la película de kung-fu y luego la película estrella (por decirlo de alguna manera). Aún puedo oir a las decenas de niños que éramos gritando con cada puñetazo en el que eliminaban a 25 chinos (malos) a la vez. En la mayoría de estas películas, el protagonista siempre acaba siendo adiestrado por el maestro anciano después de que los malos le han eliminado a su família. Y es que, aunque no lo parezca, había maestros de artes marciales antes del Sr. Miyagi.

Pues esta introducción viene al caso de un viaje mío a China. Aquella mañana desperté en una ciudad, allá por la China profunda, llamada Wuham. Le gané al despertador y me encontré muy pronto ya con los ojos como platos mirando al techo. Pasear por la habitación tampoco fue una buena idea, así que acabé asomando por la ventana.

Tres personas transitaban por la plaza. Bueno, realmente he de decir la inmensa plaza, como la mayoría de construcciones de aquella ciudad. Sin embargo, dos de las siluetas no se movían del centro. La curiosidad me picó. Cogí la cámara, enfoqué y confié en que los millones de megapixels me ayudaran a entender los extraños movimientos de las dos siluetas misteriosas.

Joder!!! exclamé cuando vi a la chica con una espada en las manos. Pero que hacía la otra silueta? acaso estaba presenciando alguna agresión?

Error! Era un hombre ya mayor, vestido con una especie de kimono (como en las películas que os contaba de kung-fu) y que se doblaba haciendo movimientos imposibles con la otra espada. La chica observaba con atención y repetía los movimientos.

El abuelo se doblaba más que una plastilina. Esperé a ver si pegaba algún salto de esos imposibles de 7 metros… De momento, lo que tenía era una clase gratis de espada samurai al estilo chino.

Como veis, siempre hay sorpresas detrás de una ventana. Yo, gracias a la falta de sueño conocí al maestro del kung-fu y a Kill-Bill.