Mi primer trabajo: botones de hotel. En la serie Yo, botones pongo sobre la mesa los recuerdos de mi primer contacto con el mundo del turismo.
Este post es la continuación de este otro.
No soy una persona vengativa, pero a veces no hay elección. Y esto me sucedió con el hijo del director. Con el transcurrir de las semanas, sufriendo su chulería y observando sus artimañas para "ligar" sabía que habría que darle un escarmiento.
Un día el ambiente en el hotel era excesivamente ajetreado. Fuí a recepción a preguntar y me comentaron que en la habitación 215 había un muerto.
– Un muerto? – pregunté
– Sí, ha sido esta mañana.
Si hay algo que me daba respeto era todo o relacionado con los muertos. Desde ese momento intenté desaparecer el resto del día ya que sabía que si había algún "trabajito" con el muerto este sería realizado por el último de la fila, es decir, el botones. Fué inútil. Al cabo de media hora me llamaron a recepción (precisamente el hijo del director).
– Resulta, que el muerto ya se lo han llevado, pero se han dejado la pierna en la habitación. Por favor, quítala de la habitación que han de entrar otros clientes.
– Una pierna!!! No entendía nada … (y todo esto por el poco dinero que cobraba al mes…)
Se trataba de una pierna ortopédica. Cuando llegué a la habitación y ver la pierna el terror esperado se convirtió en iluminación. Lo ví claro: ya tenía destino para la pierna.
Había que darse prisa. Estuve buscando papel de regalo (no recuerdo si fui a comprarlo). Envolví la pierna con precisión japonesa. Le puse un lazo rojo y la dejé en el despacho de la planta baja. Seguidamente fuí a ver al hijo del director.
– Mira… es que ha venido una chica y me ha dado un regalo para tí. Decía que no se atrevía a hablar contigo pero que espera que te pueda conocer pronto – le comenté.
Se le iluminaron lo ojos como al lobo cuando ve al conejo.
-Has visto como es verdad lo que te digo cada día! es que son unas pesadas y no se que hago para tenerlas así… Anda déjame que vaya disfrutar de mi regalo
El resto del día, y de la semana no me dirigió la palabra… y yo sabía que pensaría en la pierna una buena temporada.
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