En este post me gustaría comentar la experiencia de asistir a un partido de la NBA. Estados Unidos siempre tiene la opción de ir a un espectáculo disfrazado de evento deportivo. En este sentido hay varias opciones que van desde el futbol americano hasta el beisbol pasando por el baloncesto. Quizás estos tres son lo que forman el trio deportivo más importante y se turnan en la atención de los aficionados. En Otoño miran hacia el futbol hasta que llega la gigantesca Superbowl. Luego, el baloncesto toma el protagonismo con los playoffs para llegar hacia el verano con el beisbol. Como veis, en USA todo está calculado para convertirse en espectáculo y que todo tenga su cuota de pantalla. Ahora, el «soccer» o nuestro futbol está intentando entrar en acción pero cuesta ver donde está su cuota de pantalla cuando todo está tan calculado.
El baloncesto como alternativa turística.
Llegué a Detroit en un inesperado Febrero con temperaturas fijadas en los cero grados. Y digo inesperado porque lo habitual es que bajen de los diez bajo cero. En una ciudad que ha sido de las más castigadas por la crisis no hay muchas alternativas para visitar en un domingo de Febrero. Por ello, el hecho de comprobar que esa tarde se disputaba un partido de la NBA entre los Detroit Pistons (o pistones como dice mi amigo mexicano Eliseo) contra los míticos Boston Celtics, se convirtió en un soplo de oxígeno en una dura agenda de trabajo semanal.
Porqué ese día iba a ser un día especial
Ese día de baloncesto coincidían varias excepcionalidades que se presentaron por casualidad. La primera, que coincidía con la retirada de la camiseta de un jugador mítico de la franquicia de los Pistons: “RIP” Hamilton. Para los no habituales del baloncesto, retirar una camiseta es un evento histórico en un equipo. Significa reconocer los méritos de un jugador por el equipo hasta el punto de subir la camiseta con su número al techo del pabellón. A partir de ese momento nadie en ese equipo podrá llevar ese número.
Por otra parte, esta temporada resulta ser la última que se juega en su amado pabellón de Auburn Hills. Allí muchas noches de gloria se vieron especialmente con su tan recordado equipo formado por los “bad boys”.

Antes del partido. El Centro comercial
Llegamos pronto. Sabía que un evento de alto nivel en Estados Unidos contiene tantas variantes que es conveniente llegar anticipadamente y centrarse únicamente en mirar alrededor.
De hecho, llegamos tan pronto que tuvimos que esperar en el control de seguridad para que se cumplieran las cuatro y treinta minutos exactamente. El partido comenzaba a las seis y esa hora y media de anticipación se haría también corta.

Comenzamos con alguna foto con el trofeo de campeones estratégicamente situado a la entrada de la tienda oficial.

Y como no, entré en la tienda. Los precios altos como toda equipación oficial de un equipo de nivel. Por eso, una simple camiseta se iba hasta los 109 dólares. Al final, una gorra para mí y unos gorros y muñequeras para mis hijos. Y como decía en el título de esta sección, una vez dentro no sabes si estás en un pabellón de baloncesto o en un centro comercial. Y es que la diferencia es imperceptible. Bueno, en realidad si que hay una diferencia: en los recintos deportivos en Estados Unidos todas las tiendas se distribuyen en el perímetro de la cancha de baloncesto o del deporte que sea. Por tanto, tienes tantas tiendas como largo es el perímetro.

America es lo que es por la predisposición de la gente a consumir y gastar. Y al pasar unos días aquí te das cuenta de esta realidad consumista y de calorías gastronómicas. Pero otro día comentaremos el tema calórico. Hacen todo lo posible por aumentar el ticket medio de gasto por espectador. Y en este sentido todo sirve. Durante el partido recibí alguna notificación en mi móvil sobre las ofertas que podía encontrar en las tiendas. El Wifi gratuito tenía su razón de ser.
Otra curiosidad es que sabes de cada tienda o bar el tiempo de espera en tiempo real.

Después de hacer el recorrido por las tiendas me dirigí a mi asiento. Faltaba poco para el espectáculo.
Prolegómenos
Siempre me impresiona la primera visión de un gran pabellón de baloncesto; y si es en Estados Unidos más aún. Me pasó en el Madison Square Garden y me volvió a pasar en Auburn Hills. Quizás sea esa pista absolutamente iluminada y con el resto del pabellón con un brillo inferior lo que hace que se parezca a un escenario de la mejor obra de Broadway.

O tal vez sean esos gigantes marcadores y pantallas LEDS a lo largo de todo el pabellón con fragmentos de videos especialmente grabadas para llegar a fibra sensible del aficionado. Y es que en esto son tan buenos los americanos… Mientras en la pista había decenas de niños bailando. La cuestión es que siempre hay donde mirar.

Hablando de pantallas, éstas tienen un especial protagonismo en el inicio del partido. Para comenzar la cuenta a atrás del último minuto recorre todo el pabellón como un gigante reloj que recorre todo el público.
Y llegamos a la presentación de los jugadores. Por el espectáculo que montan parece mentira que hayan jugado hace apenas unos días. Tal recibimiento se le daría a alguien que ha estado al menos ocho años fuera o ha ido a la luna. En la pista, cadenas de televisión y gente que apenas dejan espacio a los jugadores para calentar. Pero el showtime es así…

Como en todos los eventos deportivos, el canto del himno se realiza de forma solemne minutos antes. Todo el mundo en pie haciendo una pausa en el atracón de hamburguesas y patatas fritas.
El partido de la NBA
El baloncesto en la NBA es más espectacular que en Europa. Pero eso no significa que me guste más. A mi gusto muchas veces es un corre calles excesivo donde el juego en equipo brilla por su ausencia. Parece que el deporte se haya hecho a imagen y semejanza del envoltorio que lo contiene: espectáculo. Ese día jugaban los Detroit Pistons y los Boston Celtics.

Durante el mismo, los tiempos muertos se suceden y en cada uno de ellos alguna actuación tiene lugar. Las cheerleaders, bailarines, los acróbatas de la pelota o incluso los juegos con el público. Hasta la televisión pide tiempos muertos en el momento que ellos convengan para incrustar la publicidad en la retransmisión.

Retirada de la camiseta de Hamilton
Ese día durante el descanso la gente no se movió de sus asientos. Iban a retirar la camiseta de Hamilton, un jugador mítico que ganó dos campeonatos NBA. Allí en la pista, todos sus compañeros de equipo estaban sentados a su alrededor. De hecho, estaba hasta el dueño de la franquicia o el mítico entrenador Larry Brown. Aquel descanso duró lo que tuvo que durar. Parece que nadie se acordó que había unos jugadores en el vestuario esperando a comenzar la segunda parte. En la pista Hamilton hablando de su trayectoria profesional y hablando con su familia. Mientras, en las pantallas sus imágenes de jugador se iban mostrando. Qué bien lo hacen los americanos… Ese sentido de convertirlo todo en un show, hasta el momento más emocionante de la noche.

Y la camiseta con el 32 quedó allí arriba…

La filosofía del evento e impresiones finales.
Salimos antes del partido. No podíamos arriesgarnos a coger una retención. Allí atrás quedaba el pabellón que estaba ya iluminado en la noche.

Y sales de los partidos con una sonrisa. Y esto es otras constante en Estados Unidos: el grito más agresivo que oí en esa noche fue un “uuuuu”. Ni hijo de esto, ni hijo de lo otro. De esto tenemos la patente en otras latitudes. Allí, vas a pasar la tarde con la familia e independientemente de lo que acontezca en la pista, parece que tienen claro que eso no afectará a su úlcera de estómago. Otra cosa que tenemos que aprender de esta sociedad a pesar de Trump que se está encargando de distorsionar un poco esa visión.

Según tus fotos el partido fue una pasada. ¿Y dónde está la gorra de Detroit Pistons o de Boston Celtics?
gracias. no hay gorra pero si muñequera 😉