Tras la victoria española de Bailén en la guerra de independencia, los soldados franceses hechos prisioneros (unos 18.000 hombres) tuvieron diversa suerte. La gran mayoría, unos 9000 fueron llevados a la isla de Cabrera convirtiéndose en el primer campo de concentración de la historia.
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En la isla no existía fauna de la que alimentarse ni edificios donde cobijarse. Los suministros llegaban al comienzo cada 4 días. Pero a lo largo del tiempo no siempre se cumplían los horarios. Al principio hubo retrasos de 8 días para acabar con periodos de hasta dos meses sin visita. Os podéis imaginar las penurias que pasaron allí los presos y las mil historias al respecto. El cautiverio terminó en el 1814 al firmarse la paz después de cinco años. Tres de cada cuatro prisioneros falleció en la isla. En recuerdo a los que perecieron en esas circunstancias de sufrimiento, enterrados en el cementerio francés, se levantó un monolito en la isla.
Ahora la Isla es un parque Nacional. Gracias al tiempo que fue utilizado por los militares como campo de tiro, se libró de la especulación inmobiliaria.
Para ir a Cabrera con embarcación propia es necesario solicitar un permiso de navegación a la dirección del Parque Nacional. Todos los recursos naturales están protegidos y por tanto no se permite la pesca deportiva, ni la caza, como tampoco se permite recolectar productos naturales, ni extraer ningún mineral.
La isla presenta una costa en la que se suceden las calas, playas y acantilados con cuevas. Entre estas cuevas destaca la llamada Sa Cova Blava por la tonalidad de sus paredes y los juegos que hace la luz en su interior.
También destacan los restos de una antigua factoría romana, las ruinas de un castillo medieval y una ermita.
Por tanto, el panorama ha cambiado completamente. Ahora podemos visitar un paraje virgen en el Mediterráneo, con lo difícil que es escapar a la invasión del ladrillo.
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