Aquella noche en Costa Rica habíamos llegado corriendo al punto de encuentro temiendo llegar tarde. El título de la excursión era cuando menos prometedor: «Excursión nocturna para ver los secretos de la selva» y un grupo de gente ya formaba corrillos preguntándose en qué consistiría. Bueno, realmente no habíamos sido los últimos ya que él aún no había llegado.
Viajar Costa Rica. Comienza la anécdota viajera
– Gracias por venir, esperaremos unos minutos a que llegue Armando. – Comentó la representante de la empresa mientras hacía una llamada con el móvil.
Ya tenía dos datos nuevos. Nuestro guía se llamaba Armando y parece que tenía cosas mejores que hacer. Ya estaba descalificando mentalmente al guía cuando se oyó el estruendo de un todoterreno que llegaba derrapando. Después de parar, se abrió una puerta y apareció un hombre de mediana edad, botas militares, camiseta negra de tirantes y una especie de cinturón en el que tenía extraños utensilios colgando.
– Buenas noches. Soy Armando y hoy seré su guía hacia la aventura.
Vaya con Armando. Tuvimos que viajar Costa Rica para ver una entrada que ni en las películas de James Bond se irrumpe en la escena con tanta fuerza. Pero él seguía hablando…
– Tranquilos. Estarán seguros conmigo. Estuve en el ejército y conozco todos los secretos de la selva.
¿Ejército? juraría que en Costa Rica no hay ejército. De todas formas, quizás sea un inmigrante en busca de mejor vida…
Nos llevó a un punto entre los árboles, cambió el tono de su voz y seriamente nos advirtió:
– Solamente tienen que temer a una cosa. A ellas… las hormigas.
Mientras miraba al suelo nos explicaba historias de devastación que sonaba a «cuando ruge la marabunta«. Sinceramente, pensaba que estaba añadiendo el toque de dramatismo necesario para justificar el precio de la excursión.
Seguía hablando y miraba continuamente a un grupo de 3 chicas que iban solas y le seguían el juego. Él, apretaba su barriga por dentro del cinturón. Era evidente que se había descuidado un poco desde los tiempos del ejército y las hamburguesas le estaban haciendo perder facultades.
La excursión continuó. Vimos bichos de todo tipo…

Lo admito, este no daba mucho miedo y en el descampado delante de mi casa puedo encontrar iguales. Por este otro no merecía cruzar el atlántico para verlo.

Pero Armando siempre tenía una historia terrible relacionada con todos por minúsculos que fuesen. Lo más temible que vimos fue esta araña que si se hubiera movido quizás no hubiera dudado sobre si era de plástico.

Llevábamos casi una hora cuando se agregó al grupo un conocido de nuestro famoso Armando. Misma edad, mismas botas y parecido cinturón! Al cabo de unos minutos sentí un cosquilleo por mis piernas. Poco a poco el cosquilleo subió hacia arriba cuando sentí como pequeños pinchazos.
– Hormigas! hormigas! -gritó alguien
El grupo comenzó a correr despavorido en todas las direcciones. Armando corrió a ayudar al grupo de las chicas recogiendo la ropa que ellas se iban quitando. Al cabo de unos segundos la estampa era surrealista. Ellas, en sujetador. yo dándome «gorrazos» en todo el cuerpo intentando matar hormigas. Otros, se arreaban mutuamente y Armando nos observaba con la ropa de las mujeres en su poder y su amigo junto a él observando tranquilamente. Yo estaba cerca de ellos y por tanto pude oír a Armando comentar bajito a su compañero…
– Te lo dije. A veces acaban en sujetador…
– Qué cabrones! – pensé.
Al día siguiente pensaba en como Armando y su amigo se habían hecho amigos de las hormigas para conseguir desnudarlas. Plan maestro…
Cuando pienso mucho en algo, siempre acabo dibujándolo.

y es que estas tres palabras «viajar costa rica» me hacen recordar infinidad de anécdotas de un viaje que nunca olvidaré.
Hola Juan Antonio,
Jeje, muy pícaro el guía Armando, la escena desde luego tuvo que ser surrealista pero me imagino que muy divertida a los ojos de Armando que sabía cuando tenían que actuar las hormigas 🙂
Un saludo. Luis.
Luis,
Armando es un crack!
Esa historia de las hormigas pasó en Monteverde?