Realmente la palabra slow está de moda en mi vida. A comienzos de años publiqué un manifiesto sobre slow blogging que ha recibido muchos apoyos. He de decir que mucha gente me envía e-mails o me explican en persona que ven una filosofía acertada de enfocar el blog. Además, la filosofía slow se puede enfocar a los viajes, la gastronomía o la vida misma.
Recientemente tuve que dar una charla sobre viajar en familia. Durante la preparación de la misma leí un artículo sobre slow travel y cómo enfocar los viajes para poder seguir esa forma de viajar. Mi sorpresa es que puedo asegurar que a raíz de viajar con niños me he convertido de manera no premeditada en un slow traveller. Muchos de las claves de cómo enfocamos un viaje familiar son las mismas en las que se basa un viajero slow. Por ello publicaré una serie de artículos sobre nuestros viajes familiares comparándolos con lo que sería esta filosofía. Podréis comprobar que realmente nos hemos convertido en cuatro auténticos viajeros tranquilos.
Y gracias a los niños he aprendido a viajar. Ellos, tan pequeños y apenas balbuceando alguna palabra son el viajero perfecto. Deberíamos aprender de ellos sin duda alguna. Quizás, el hombre nace viajero y con el tiempo se “estropea”. Ellos interactúan, tocan, sienten, juegan. No tuitean, no están pendientes de los horarios de los museos o de si llega un cachito de wifi en aquella esquina pegado a la pared poniéndote de puntillas para alcanzar la onda magnética.
Siempre se comenta que hay que tener paciencia con los niños. Es un grave error. Hablamos de paciencia cuando hay dos ritmos, uno rápido y otro más lento. El problema es que creyendo que el rápido (el nuestro) es el ideal, definimos el ritmo de los niños como lento o difícil de asumir. Después de hacer nuestro primer todos juntos me pregunté lo siguiente:
¿Es posible que realmente el ritmo adecuado sea el de los niños y no el que asumía yo en mis viajes?
Fue una pregunta que rompió todos mis esquemas. Después de la impaciencia del primer viaje descubrí que otra forma de viajar era posible. Intenté conscientemente seguir su ritmo lento en las siguientes vacaciones y quizás fue la mejor decisión viajera que he tomado en mi vida. Un viaje sin las manetas del reloj persiguiéndome me abrió los ojos. A pesar de hacer viajes de pocos días, el placer de estar en una pequeña playa escondida toda una mañana constituía una nueva experiencia. Además, no había cargo de conciencia por los museos que estaba dejando de ver. Simplemente porqué no había otra opción. Viendo a los niños lanzar piedras al agua era imposible decir:
-Dejad de jugar y vamos a un museo!
Este ritmo ha ido contagiando poco a poco los viajes y ahora la libreta de lugares a visitar tiene muchos espacios en blanco que ya rellenaremos al llegar. Preguntaremos a los locales que conocen mejor que nadie esos lugares interesantes para los papás y para los niños. Simplemente con saber donde van el domingo por la tarde con los peques será suficiente porque es la información más valiosa. Y si dejamos de ver esa maravilla patrimonio mundial, seguro que será porque hemos estado pasándolo pipa haciendo algún castillo de arena. Don’t worry, be slow!
Próximamente consejos para afrontar un viaje con niños slow. Trataremos la comunicación con los locales, la gestión de los horarios, las comidas, etc. Todo con el denominador común del slow travel.
Octavio dice
Por alguna razón coincido en muchos de tus comentarios, es cierto que con los niños se va a otro ritmo, por eso yo lo de la palabra «slow» la borraría, porque seguimos pensando en nosotros y no en los niños. Es «slow» para los adultos, pero para los niños es su propio ritmo normal, ni lento ni rápido 😉
Es cierto, se acabaron de visitar muchos museos y de disfrutar el tiempo que queríamos en visitar un monumento, jejeje, pero lo cambiamos en por vivirlo como lo ven los peques.
Nosotros hicimos un artículo en el blog que es «Con un balón en la mochila» en a que contamos como se puede viajar y jugar, nosotros usamos un balón, pero este es solo un utensilio, se puede jugar con cualquier cosa, y es genial descubrir esta cara de los viajes, y tenemos suerte porque solo la podemos descubrir los padres que viajamos con nuestros hijos.
En resumida, me ha gustado tu post y estaré atento a los próximos, por «suerte» o «desgracia» los niños crecen y a mi ya muchas cosas se me van olvidando, ahora ya nos toca viajar con un preadolescente.
Un fuerte abrazo!
somos dice
creo que todas las etapas de un hijo serán un mundo por explorar. Realmente casi en cada viaje estoy viendo una forma diferente de viajar. Y es que crecen rápido. Estaré atento a tus experiencias con tu hijo ya en edad preadolescente ya que seguro que serán de utilidad para cuando me toque a mí pasar por esa situación.
Saludos a los tres!
bleid dice
Muy buenas
la verdad que ante todo felicitarte por el articulo, no puedo opinar mucho al respecto pues no soy padre y he de decir que me aterroriza la idea de dejar de viajar por tener hijos, pero veo que se puede seguir viajando eso si , a otro ritmo
la verdad que mi mujer y yo amamos viajar y contra mas lejos y dificultoso mejor y es ese uno de los motivos por lo que año a año vamos posponiendo tener familia, pero claro los años pasan y habra que dar el paso pronto , así que voy tomando nota
muy buen articulo
abrazos
somos dice
Hola Bleid,
Está claro que son formas diferentes de viajar y lo de lo más lejano y dificultoso si que al principio tendrás que cambiarlo un poquito. De todas formas, si amas viajar imaginaos lo que es juntarlo con lo otro que posiblemente más amarás que serán tus hijos. La combinación es el viaje perfecto ;D sea slow o no.
Mucho viaje!
Pau dice
Realmente nos ha pasado lo mismo. Ahora al viajar con peques el ritmo es distinto, más slow, pero coincido en que se disfruta mucho más el viaje.
Antonio Ruiz (Naturaleza y Viajes) dice
Me ha encantado el artículo,. Ahora que viajamos con niños nuestro ritmo es más slow, pero ello no quita que aparquemos temporalmente nuestra afición por viajar. Yo desde que nació mi bello diminuto 1 hace ahora casi 3 años no hemos parado, eso sí, destinos diferentes (más cómodos) a los que veníamos haciendo. Ahora con el diminuto 2 a ver qué tal. Nos estrenamos con él en Copenague y Estocolmo.
Un aciertazo de artículo.
Enhorabuena.
Un abrazo.