Estos días hablan de Urdangarín porque se ve que ha paseado de la mano con una chica que dicen que no se parece a su mujer. Bueno, yo todas las fotos que he visto estaba la supuesta amante de espaldas pero parece que la gente que conoce muy bien la espalda de la Infanta aseguran que no es ella.
Rápidamente todos han pensado que la pobre infanta ha esperado todos estos años para que ahora su marido se la dé con otra. Pero lo cierto es que nadie sabe con quien pasea la Infanta. Como está en Suiza pues no hay españoles haciendo fotos por allí. O quizás pasea con alguien cuya espalda es muy parecida a la de Urdangarín y por eso no han detectado que el intercambio ha sido por las dos partes.
Pero volviendo al blog, quería publicar algo de Urdangarín en un blog de viajes. Hay que buscar retos y este era uno mayúsculo. Tanto que he tenido que pensar un rato a ver por donde me saldría el post. Y lo cierto es que, si piensas en ello, siempre hay un punto de conexión. Bueno, el mío fue en un aeropuerto. Como no. Y lo que voy a explicar todo es absolutamente verdadero.
Volvía de Filipinas y estaba haciendo escala en un aeropuerto europeo creo recordar. Sé que no empiezo bien y que tanta ambigüedad da poca confianza. Pero es lo que pasa cuando tiene mi memoria y encima han pasado tantos años. Tantos que el susodicho aún pululaba por ahí y aún le faltaba un tiempo para pisar la cárcel.
Volviendo al tema. Paseaba por el aeropuerto y buscaba un lugar donde sentarme cerca de la puerta de embarque de mi avión. De pronto vi dos sitios libres a ambos lados de una persona que estaba tecleando en el ordenador. Había un par de hombres trajeados con él, pero de pie. Era Urdangarín y sus guardaespaldas (supongo). Pero en un arrebato de ego en plan «pues yo también» ocupé uno de esos sitios que le flanqueaban y me senté a su lado. Saqué mi portátil y comencé a teclear. Por desgracia creo que mis destinatarios eran algo menos importantes (círculo de amistades no os lo toméis a mal). A saber a quien le estaba escribiendo mails. Bueno, el juez lo supo un tiempo más tarde.
Parecía que algo no le cuadraba ya que llamó a alguien de un tema de China y pronunció en un par de ocasiones el nombre Juan Carlos. Mientras, yo seguía haciendo el teatrillo pero preguntándome si ese Juan Carlos era el rey. Es más, calculaba que si en un movimiento rápido le quitaba el móvil, tenía unos 2 segundos antes de que los trajeados cachas se tiraran sobre mí pero suficiente para decir «qué pasa Juan Carlos!!». Era la oportunidad de hablar con el rey. Poco rato, concretamente 2 segundos, pero ya podría decir que era del círculo de amistades real.
Evidentemente, en mi orden de prioridades estaba volver a casa algo por encima de hablar dos segundos con el rey y que los trajeados me dieran del derecho y del revés. Así que descartando el plan «llamada rápida real» volví al plan «pues yo también». Cogí el teléfono y llamé a alguien de mi empresa que estaba en algún país muy lejos y comenté que iría a ese país pronto. Al menos dejaba claro que yo también viajaba. Como que soy somosviajeros 😉
Lo admito, es una mierda de encuentro con Urdangarín. Tanto que ni él sabe que somos compañeros de laptop en el aeropuerto y que hemos trabajado codo con codo literalmente. Al menos, los destinatarios de mis correos que eran menos importantes que los suyos no me llevaron a espacios cerrados con rejas con el tiempo.
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