Estos días aparece en la televisión un anuncio donde una persona es sobornada con un jamón (como no) para ceder su espacio de sombrilla en la playa. Este es un momento de la secuencia.
La historia ha dado criminales sin conciencia. En el título hablaba del estrangulador de Boston y en este post veremos uno de los que recientemente están haciendo saltar las alarmas en la Costa Daurada: el especulador sombrillero de Salou. En este blog ya escribimos hace años sobre algunos maestros especuladores sombrilleros que consiguen hacer un arte del hecho de conseguir el mejor lugar en la arena durante los días de máxima afluencia a las playas. Posiblemente ese anuncio esté basado en ese post…
Los tiempos avanzan y la ciencia se ha puesto a estudiar este caso de especulación y está intentando descifrar la fórmula que nos resolvería la pregunta sobre cual es el mejor lugar para dejar la toalla en la playa y cómo conseguirlo. Nos consta que muchos matemáticos del mundo van detrás de esta fórmula ya que les aseguraría la medalla Fields, considerado el nóbel de matemáticas.
Sin embargo, en este blog y gracias a una ardua labor de investigación de campo hemos encontrado a uno de los maestros de la sombrilla y conseguir las únicas declaraciones obtenidas por un medio hasta el momento. Esta es la secuencia en la que conseguí contactar con el especulador…
Día 1. La Pineda. Primer intento
Me escondí detrás de una montaña de arena que había hecho para intentar camuflarme. Pensé que era lo más apropiado después de verlo en un documental de la 2 mientras un grupo de investigadores intentaba fotografiar al lince ibérico. Tenía una lente de muchos aumentos para que el especulador en cuestión no consiguiera olfatearme si me situaba muy cerca y por tanto, todo se fuera al traste.
Eran las 6 de la mañana y tanto madrugar hacía que mis párpados cayeran poco a poco. Cuando los abrí, me percaté que habían pasado unos minutos en el que el sueño había conseguido vencerme. Enfoqué la playa con mi lente telescópica y algo increíble había pasado… (disculpad la mala calidad de la imagen pero me encontraba muy alejado para no despertar sospechas)
Era increíble. Tan solo un par de minutos le habían bastado para plantar toda la playa de toallas, sillas y sombrillas. Y no había rastro del especulador. Algunas personas paseaban por la arena pero estaba claro que se había esfumado.
Día 2. Salou. Casi lo conseguimos
Me habían dado un soplo que los martes solía actuar en Salou. Esta vez, intenté hacer un agujero en la arena para que desde la distancia no hubiera nada que pudiera provocar la más mínima sospecha. Llevaba conmigo dos litros de café en un termo que gracias a un pequeño tubo me permitía ir bebiendo constantemente. El café me hace un gran efecto y quería evitar a toda costa el error del día anterior. Las pulsaciones estaban un poco aceleradas debido a la tensión del momento ya que sabía que podía ser el primer humano en ver en acción al “especulador” sombrillero sobre el que tanto se había escrito.
De repente se oyó un ruido de motor. La furgoneta que recogía la basura en la playa se acercaba desde el horizonte. Estaba claro que ese imprevisto podría espantar al especulador. La furgoneta seguía acercándose hasta cruzar justo por delante mío. A su paso, no me vio el conductor y pasó tan cerca que cayó arena en mi flamante foso. Tardé algunos segundos en poder levantar la cabeza de debajo de la arena. Cuando lo hice, miré hacia la playa y…
Lo había vuelto a hacer. El especulador de Salou se había deslizado entre la arena de una forma única para conseguir de nuevo su objetivo. Y yo seguía allí quitándome la arena de los ojos mientras el ruido de la furgoneta se alejaba.
Día 3. Salou. El especulador en persona.
Era mi tercer intento y tenía que ser el último. Estaba claro que era imposible cogerle sin que se percatara. Por tanto, decidí cambiar la estrategia. Llegué a las 5 de la mañana a la playa. Solo algunos jóvenes que dormían la mona yacían en la arena. Conmigo, llevaba una sombrilla acabada en punta que tendría un papel primordial en mi plan. Justo en la orilla pero lo suficientemente alejado de ella como para que el agua no lo borrara, comencé a escribir con el afilado instrumento lo siguiente:
“Con esta sombrilla te escribo. Te admiro y me gustaría poder contactar contigo. Somos viajeros”
Volví a mi agujero del día anterior. Parece mentira que hubiera sobrevivido a un día de playeros pero ahí estaba el hoyo. Una vez dentro, esperé a ver si el mensaje le llegaba pudiendo, por fin, establecer contacto. Los primeros rayos del sol comenzaron a aparecer en el horizonte y ante mí, una sombra comenzó a dibujarse justo en la zona donde había garabateado mi escrito y que una ola caprichosa había borrado perfectamente.
Estaba ahí de espaldas. Me acerqué y situándome justo detrás de él.
– Eres el especulador, no?
– Sí. Lo soy. Dime que quieres de mí.
– Solo quería ser el primero en poder contactar contigo. No quiero descubrirte. Solo me interesa saber porqué haces lo que haces.
– Hay quien no lo entiende. Pero para mí, clavar esa primera sombrilla de la mañana en una playa virgen para que alguien que paga muy bien pueda disfrutar de la playa lo es todo. Mi fortuna está hecha de mucha felicidad playera…
– Qué opinas del anuncio de televisión en el que aparece un supuesto especulador y lo sobornan con un jamón.
– Yo nunca me vendería por un jamón. Las zonas que yo ofrezco no tienen precio. Son espacios donde la arena es la más blanca, el agua más cristalina y no cagan las gaviotas. Eso no lo paga ningún jamón. Y por favor, quiero que publiques que yo no estoy de acuerdo con la visión que se da de mí. Además, soy bastante más guapo que ese actor.
– Te volveré a ver?
– ¿Quien sabe? Si tienes mucho dinero y ganas de playa quizás sí.
De repente, una gaviota pasó justo por encima muy cerca. Miré hacia arriba y al volver la cabeza hacia abajo ya no había nadie…
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