En estos momentos me encuentro en un hotel en Slovaquia a 20 kilómetros de la frontera con Ucrania. Quizás es la buena costumbre de moverte con total libertad por Europa o con algún pequeño trámite de pasaporte en otros tantos países que he sentido una extraña sensación al cruzar hoy la frontera y entrar en Ucrania.
Para empezar, la ubicación de la misma y la única posibilidad de pasar a pie me han transportado a lo que hace años debía ser un escenario de contínuas fronteras, trámites eternos y dificultades para viajar. Esa recta interminable con un doble paso al final, uno por cada país, junto con una valla que se perdía en el horizonte realmente no parecía de estos tiempos.

Hemos dejado el coche en una explanada cerca de la frontera. Por un euro una família entera cuida de todos los coches allí aparcados. No he preguntado si el euro es por día o tarifa única pero que aprendan las ciudades españolas como Barcelona que por unas horas se te van fácilmente 20 euros.
Al entregar mi pasaporte la mujer rubia ha clavado sus ojos en mí y señalaba enérgicamente el pasaporte. Con mi suerte, a saber que me depara el destino esta vez…
Afortunadamente ha sido mucho menos de lo que su comportamiento parecía indicar inicialmente. Hasta ha sido amable. Me quería informar de que el pasaporte caduca en Septiembre. Tengo que renovarlo de inmediato…
Un hombre bajito, gordo y con un traje que le iba muy holgado ha señalado mi maleta. Esperaba que no le diera por anotar los números de serie de todos los aparatos que llevaba como me pasó una vez en Túnez. Éste, con un escaneo ocular ha tenido suficiente para comprobar que no llevaba ninguna bomba…
Automáticamente he recordado Ciudad Juárez y a frontera con Estados Unidos. La prepotencia de aquellos policias americanos la recuerdo perfectamente. Vergonzoso como a un Mexicano que iba delante mío le pedía el recibo de la luz para demostrar donde vivía. Como si fuéramos siempre con todos los recibos encima. A mí, aparte de preguntarme con un tono nada agradable la dirección exacta dónde iba en Estados Unidos y buscar en google maps la del centro comercial más cercano, todo normal.
Peor lo llevó un compañero de trabajo y ex-soldado que en un aeropuerto de Estados Unidos a la pregunta de si ha manipulado alguna vez una bomba, contestó que sí. Perdió el enlace…
En definitiva, hoy he vuelto a ser consciente que aún existen fronteras que dividen y que crean problemas donde no debería de haberlos. Y por culpa de ellas, mucha gente ha muerto.
Has tenido alguna experiencia curiosa en un paso fronterizo?
Aquí os dejo un cartel que me encontré en Filipinas. Con las bombas, ni bromear…

Por cierto, el hecho que sea Ukrania es simplemente una anécdota. Sin duda, otro país para descubrir y con muchas posibilidades.
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