Quizás visto desde fuera puede parecer que lo que cuento suene exagerado. Sin embargo, estoy seguro que los que habéis corrido una maratón me entenderéis. Es algo que te absorve por completo y que los últimos días acapara todos tus pensamientos. En este relato, os cuento lo que pasó ese fin de semana que creo que recordaré mucho tiempo.
Eran las 9 de la mañana en la estación de Salou. El poder ir en tren a la ciudad de la carrera era una condición casi imprescindible y ese era uno de los motivos que contaron para elegir a Valencia como destino maratoniano.
El viaje fue tranquilo. Después de tantos meses pensar que me dirigía por fin a correr mi primera maratón hacía que las mariposas no pararan de revolotear en el estómago. Afortunadamente, mis hijos se encargaron de tenerme entretenido. Pensaba durante el trayecto en el fallido intento por lesión de la maratón de Barcelona y que precisamente eso se había convertido en un elemento motivador los últimos meses.

Una vez en Valencia, era curiosa la sensación de complicidad con los miles de corredores que habían invadido la ciudad. Nos identificábamos por los colores estridentes de las zapatillas y al cruzarnos la mirada, en apenas una fracción de segundo nos transmitíamos esa sensación que indica que estábamos antes de un momento importante.
El sábado era la hora de recoger el dorsal. Un ambiente espectacular donde el deporte era el protagonista. Miles de corredores con sus famílias visitando Valencia para vivir la fiesta del deporte.



Cuando recibí el sobre era imposible evitar abrirlo y ver el único papel que justificaban tantas horas de entrenamiento. En ese momento fui consciente de que iba a correr una maratón y faltaban apenas unas horas.

Esa noche diluvió en Valencia. Había entrenado en lluvia pero sabía que 42 kilómetros lloviendo podía ser algo demasiado duro. Tengo en mente el momento de meterme en la cama oyendo como las gotas azotaban el cristal. Me costó dormir.
Afortunadamente, me sorprendió la calma de la mañana. Preparé la bolsa y bajé al restaurante. Decenas de corredores engullíamos tostadas y café. Estaba solo en una mesa y miraba el resto de gente entreteniéndome en leer las camisetas de cada uno para intentar adivinar la procedencia. Tenía nervios ya olvidados desde tiempos de la universidad y jugaba con la desventaja de desayunar solo. No me podía abstraer con una conversación sobre cualquier tema irrelevante.
El ambiente de la salida era increíble. El momento a recordar es cuando se oye la música de fondo y sabes que el momento de la salida está a pocos segundos. Avanzas mirando el suelo y pensando que llegó la hora. Creo que el instante de ver mis zapatillas avanzar concentrado no lo olvidaré nunca.
Se dieron dos salidas. La primera, nula debido a la afición de los valencianos a los petardos. Tronar una traca no es buena idea cuando los nervios por salir están a flor de piel. Diría que ese fue el motivo por el que nos torturaron con unos segundos adicionales. Pero instantes después llegó el momento…
Estamos hablando de entre tres horas y media y cuatro horas que había que correr. Y es como un pequeño viaje que pasas por todo tipo de situaciones. Desde ese compañero de pasados los cincuenta con los que intercambié algunas palabras durante los primeros 10 kilómetros y me contaba que era su tercera maratón hasta esa pareja que comentaba que un amigo peruano le había traído una hoja de coca. (menos mal que no hacen antidoping).
Creo que salí demasiado conservador ya que me planté en la media maratón con muy buenas sensaciones. En ese momento, decidí acelerar ya que cada vez quedaba menos y había menos que perder. Luego resultó que adelanté a 1500 corredores en la parte final de la carrera. Y es que muchos salen demasiado deprisa. Estaba claro que tendrían problemas luego. Una maratón hay que correrla con cabeza y gracias a que me contuve en esa primera parte acabé tan bien.
Hubo momentos malos, como no. Es una maratón hemos de asumir que se sufrirá. La cuestión es si el sufrimiento te hace parar o te da tregua a acabar. En el kilómetro 30 comencé a tener unos pinchazos en el gemelo. Malos recuerdos vinieron a mi mente y un miedo enorme de que se transformara en algo peor. Un ciclista de soporte que me dejó un milagroso réflex. Sí, ese que arregla las patadas de los futbolistas en cuestión de segundos me arregló el gemelo. Prometo no dudar más de San Réflex ni del futbolista.
A partir del kilómetro 37 cambió el panorama. Aquí es cuando se hace patente la dureza de la maratón. Los primeros atendidos en las cunetas por los equipos de asistencia. Me sorprendió la cantidad de gente que en estos kilómetros finales iba andando. Creo que la desgracia ajena te da ánimos. Es paradójico pero es así. Adelantar a tanta gente te da fuerzas adicionales.
Pero ya solo piensas en que lo has conseguido. Entré en el kilómetro final y deceleré conscientemente. Aquello había que disfrutarlo independientemente de la marca. Mi família, los aplausos, la gente gritando, la alfombra azul con la meta al fondo. Este enlace muestra es el video de mi llegada. En el minuto 3:46:45 aparezco al fondo hasta el final del video. Cruzo la meta en el 3:46:53. Soy el que levanta los brazos con camiseta roja. Este es el tiempo acumulado pero no el real mío puesto que salí más tarde que los primeros.
En esa recta casi no podía respirar. Es cierto, la emoción fue demasiado grande. Desde agosto había estado pensando en ese momento. De todas formas, no fue el único momento emotivo. Una maratón da pie a muchos retos personales. Me emocioné en varios momentos durante la carrera. Gente con lemas de luchas personales o familiares contra el cáncer, gente con parálisis en silla de ruedas empujadas por amigos, etc… Una maratón es el reto que mucha gente, cada uno a su nivel, se marca como objetivo y cruzar esa meta supone para todos y cada uno de los corredores un objetivo, o mejor dicho, un sueño cumplido.

Mi tiempo final fue de 3 horas y 43 minutos. Llegué el 3643 de 9200 inscritos y el año que viene volveré para otro reto: bajar de las 3 horas y media. Pero esto será otra historia que espero os cuente también.
¡Enhorabuena campeón!
Conseguir acabar una maratón es algo que ni me planteo… ya las medias eran duras de acabar 😉
Ahora a por la próxima
Gracias, de momento maratones una al año y no más 😉
Crack!!!!!, (envidia sana)
gracias herminio! crack tú, que le estás cogiendo el punto a esto de ser bloguero en un tiempo record 😉